"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
AMARGA VICTORIA
Publicado el 22 de Septiembre de 2024
En el fútbol, como en las guerras, hay victorias que se consiguen dejando sangre en el campo, cicatrices que se llevan con orgullo. La Cerámica, ese feudo amarillo que más de una vez ha visto al Barcelona doblar la rodilla, se convirtió en escenario de una batalla de las que no se olvidan. No es solo el 1-5 que adornará las portadas. No. Aquí se dejó el alma, la piel, y quizás algo más.
Hansi Flick, el general germano recién desembarcado, venía con su ejército mermado. Más bajas que en una mala retirada, pero con la misma moral que le llevó a aplastar ejércitos en tierras lejanas. Con jóvenes inexpertos en primera línea, Flick mandó a la batalla a un Barça con seis victorias en el zurrón, dispuesto a dar guerra. Y vaya si la dio. Cuando Lewandowski perforó la red del Villarreal por primera vez, los corazones azulgranas palpitaban con fuerza. Un segundo gol del polaco, una media tijera que evocaba tiempos pasados, parecía sentenciar la faena. Pero la guerra es traicionera, y el Villarreal, más aguerrido que brillante, encontró su resquicio en la derecha. Ayoze fusiló a un Ter Stegen que poco podía hacer. Sin embargo, el mayor golpe llegó después, cuando el capitán, el alemán imbatible bajo los palos, caía herido. Las gradas enmudecieron ante sus gritos. Era como ver caer a un caudillo en plena batalla, el tipo que siempre ha estado ahí para salvar a los suyos, tocado por el infortunio.
El segundo tiempo comenzó como suelen empezar las pesadillas, con el Barça noqueado y el Villarreal dispuesto a acabar la faena. Pero la suerte, caprichosa, volvió a darle la espalda a los locales. Tres goles anulados por fuera de juego, y un palo que parecía gritarles: "Hoy no es vuestro día". En esas, Pablo Torre, un chaval que apenas había rozado el balón, sacó un disparo que, con ayuda de Bailly, ponía el 1-3. Ese gol fue más que un marcador; fue un balón de oxígeno que infló los pulmones del Barça. Y ahí, como un boxeador que se levanta en el último asalto, Flick mandó a sus tropas al ataque.
Raphinha, siempre irreverente, firmó un doblete que finiquitó la batalla. Al Villarreal no le quedó más que la frustración, materializada en dos entradas salvajes a Lamine Yamal, el joven prodigio que bien podría haber salido en camilla. Pero así es el fútbol. A veces sales con los tres puntos y la gloria, otras, con los huesos rotos y el orgullo herido. El Barça se va de Vila-Real líder, pero las cicatrices de esta batalla, sobre todo la de Ter Stegen, tardarán en sanar.
JMG