"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
CUESTIÓN DE OFICIO
Publicado el 26 de Noviembre de 2024
Fue una noche de esas que reconcilian al aficionado con el fútbol. Bajo las luces de Montjuïc, con un aroma a historia renovada, el Barça ofreció una actuación que recordó a sus mejores tiempos. Los hombres de Hansi Flick despacharon al Stade Brestois con un contundente 3-0, aunque el marcador quedó corto para lo que el equipo desplegó sobre el césped. Fue una victoria que supo a resurrección, liderada por un Dani Olmo inspirado, un Lewandowski letal y un equipo que, por fin, pareció creer en su propia grandeza. La Champions volvía a encontrar al Barça como protagonista, esta vez con la energía renovada de un grupo que aspira a más.
El Stade Brestois, etiquetado como "equipo revelación", llegó a Barcelona con la intención de demostrar que su papel en la Champions no era casualidad. Durante los primeros minutos intentaron imponer su físico y buscaron la espalda de los defensores azulgranas, con Doumbia y Sima explotando las bandas. Pero el ímpetu inicial de los bretones no tardó en apagarse. El Barça, con paciencia y ritmo, comenzó a imponer su ley. Todo se desencadenó con el penalti que Bizot, el portero visitante, concedió de forma infantil al arrollar a Lewandowski tras un control magistral de Pedri. El polaco no falló desde los once metros, alcanzando su gol número 100 en la Champions, un logro que celebró con la seriedad de quien sabe que aún queda mucho por hacer.
Las bandas protagonistas
Fermín y Raphinha se encargaron de dinamitar las bandas, alternando desbordes y combinaciones que desarticularon al Brest. Dani Olmo, desde la mediapunta, se mostró como el cerebro del equipo, manejando los tiempos y filtrando balones que dejaban en evidencia la defensa rival. Mientras tanto, la defensa azulgrana, con un Gerard Martín en busca de redención tras un partido gris en Vigo, cumplió con creces, neutralizando los intentos aéreos del imponente Ajorque. Las ocasiones del Barça se sucedían, pero faltaba esa precisión en los metros finales que habría convertido el marcador en una goleada.
El segundo gol llegó en el momento justo, cuando el partido amenazaba con complicarse por la falta de acierto. Gerard Martín, incorporado al ataque, sirvió un centro perfecto que Dani Olmo convirtió en arte. Controló con sutileza, giró sobre sí mismo y disparó con una precisión quirúrgica que dejó sin opciones a Bizot. El tanto fue un bálsamo para la grada, que respiró tranquila sabiendo que el trabajo estaba casi hecho.
La guinda la puso Lewandowski, que en una muestra de hambre y determinación aprovechó un robo de Balde para batir por segunda vez al portero del Brest. El polaco, con su gol 101 en la Champions, demostró que sigue siendo el líder ofensivo de este equipo. El partido terminó con un Barça pleno de confianza, reconociendo la ovación de una afición que por fin veía destellos de grandeza en su equipo.
La noche de Montjuïc dejó un mensaje claro: el Barça ha vuelto. Con la clasificación para la siguiente fase asegurada y una imagen sólida recuperada, los de Flick despegan en Europa con la ambición de quienes saben que la historia aún les debe noches de gloria.
JMG