"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
DURA DERROTA
Publicado el 28 de Septiembre de 2024
En Pamplona, en el Sadar, la historia no tuvo clemencia. El Barcelona de Hansi Flick, ese equipo joven que ha desafiado las probabilidades hasta ahora, cayó como los grandes: sin escapatoria, sin excusas. Un 4-2 contundente, la primera derrota de la era Flick, y el fin de una racha invicta que se antojaba inquebrantable. Pero así es Osasuna, rocoso, eficiente, sin dejar margen para la duda o el error.
El Barça, plagado de bajas, con cinco titulares fuera y Lamine Yamal esperando su momento desde el banquillo, arrancó sin chispa y con un primer tiempo que destapó todas sus carencias. El Osasuna de Vicente Moreno se lanzó a la yugular desde el minuto uno, presionando con todo y llevando el partido a su terreno. En la banda, Bryan Zaragoza volvía a convertirse en un tormento para Koundé, como ya lo había sido cuando vestía la camiseta del Granada. El primer aviso llegó con un cabezazo desviado de Areso, pero la sentencia no tardó.
Un robo tras pérdida de Pablo Torre, un centro quirúrgico de Bryan, y allí estaba Budimir, elevándose como los grandes arietes de antaño, cabeceando sin piedad. El Sadar, en éxtasis. Parecía un gol de otra época, uno de esos tantos que firmarían Ziganda o Michael Robinson. El aire en Pamplona olía a tradición, y el Barcelona lo sentía como un peso plomizo.
Pero los infortunios no pararon ahí. En otra jugada de manual, tras un pisotón a Pau Víctor que Cuadra Fernández decidió ignorar, Bryan Zaragoza volvió a desbordar a toda velocidad. Peña salió desesperado, pero la bala roja ya había salido del cañón: 2-0, y la sensación de que lo peor aún estaba por venir.
Con el Barcelona tocado, Flick buscó el milagro. Pau Víctor recortó distancias aprovechando un error de Sergio Herrera y por un momento, el Barça pareció que podía dar un vuelco al partido. Pero el Osasuna, fiel a su estilo, no se descompuso. Budimir, otra vez Budimir, provocó un penalti que terminó de hundir a los culés. El recién ingresado Abel Bretones selló el destino con un trallazo desde fuera del área, un 4-1 que sonaba a martillazo final.
Lamine Yamal, siempre Lamine, intentó resucitar a los suyos con un gol que maquillaba el resultado, pero ni siquiera eso bastó. El 4-2 fue el último suspiro de un Barça que, aunque herido, nunca dejó de luchar. A veces, ni los fogonazos de talento ni el orgullo pueden evitar que la marea te arrastre. Y hoy, en Pamplona, la marea era rojilla y no había escapatoria.
JMG