"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
GOLEADA CON SABOR A GLORIA
Publicado el 20 de Octubre de 2024
Era una de esas noches que saben a épica, de las que el Barcelona necesitaba para sacudirse los fantasmas y coger aire antes de los dos choques decisivos de la semana. En una goleada implacable, el equipo de Flick aplastó al Sevilla por 5-1, pero la victoria fue mucho más que el abultado marcador. El Olimpic Lluis Companys vibró no solo con los goles, sino con el regreso de Gavi, el joven león que volvió a pisar la hierba 336 días después de su grave lesión.
El partido comenzó con un Sevilla atrevido, intentando buscar los huecos que el Barcelona, fiel a su estilo de presión alta, dejaba en su retaguardia. Ansu Fati en el once inicial, movió el tablero táctico y haciendo que Raphinha se desplazara hacia la mediapunta. Era como si el Barcelona bailara con un filo en el cuello, siempre al borde, siempre arriesgando.
El Sevilla, por momentos, encontró su espacio en ese caos inicial. Lukebakio tuvo un par de ocasiones claras, pero le tembló el pulso frente a la portería. Y entonces llegó el primer golpe del Barcelona. Un penalti de esos que se discuten en cada esquina del estadio. Raphinha cayó, Peque rozó más la sombra del brasileño que su cuerpo, pero el VAR no intervino. Lewandowski, implacable como un verdugo, no falló. El polaco volvió a ser el martillo pilón que quebraba la defensa rival.
El segundo tramo de la primera parte fue un vendaval azulgrana. El Barcelona convirtió cada recuperación en un ariete que golpeaba sin piedad. Pedri, Lamine Yamal, Raphinha, todos se sumaban a un ataque que devastaba la zaga sevillista. Pedri fue el encargado de rematar el segundo gol, un tiro desde fuera del área que Nyland ni vio venir.
Lewandowski, siempre en el lugar adecuado, firmó el tercero, dejando al Sevilla aturdido y sin respuesta. Los andaluces lo intentaron, pero cada vez que se acercaban a la portería de Iñaki Peña, el fuera de juego frustraba sus planes. Incluso un gol de Lukebakio fue anulado, y los de García Pimienta se quedaban con la miel en los labios.
El Sevilla logró el gol del honor en los minutos finales, pero ya era tarde. Porque entonces llegó la verdadera explosión de júbilo: Gavi, el niño prodigio, volvía a la cancha. Flick lo abrazó al entrar, Montjuic se vino abajo con una ovación que resonó en las entrañas del estadio. Apenas diez minutos le bastaron a Gavi para recordar por qué es el emblema del Barça. Su primera acción, una falta en la presión, hizo evidente que sigue siendo ese guerrero incansable que siempre deja el alma en el campo.
La goleada del Barcelona fue un mensaje claro: están listos para el Bayern y el Real Madrid. Con Gavi de vuelta, este equipo tiene algo más que fútbol: tiene corazón. Un corazón que late con la fuerza de quien sabe que lo mejor está por venir.
JMG