"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
Publicado el 10 de Febrero de 2025
La guerra por LaLiga es larga y cruel, un campo de batalla donde solo los más fuertes sobreviven. Y en el Ramón Sánchez-Pizjuán, el Barcelona de Hansi Flick dejó claro que no ha venido a rendirse. Con un 1-4 de autoridad, golpe a golpe, los azulgranas domaron a un Sevilla valiente pero inofensivo, que vendió cara su piel pero acabó desangrándose a manos de un equipo con el cuchillo entre los dientes.
El botín era demasiado jugoso para dejarlo escapar. El empate entre Real Madrid y Atlético abría un resquicio en la lucha por el título, y el Barça, que huele la sangre a kilómetros, se lanzó a degüello. En siete minutos, el Pizjuán ya olía a pólvora. Lewandowski, ese viejo pistolero que nunca olvida cómo se dispara, cazó el primero tras un saque de esquina que desmontó la defensa hispalense. El Sevilla apenas tuvo tiempo de digerir el golpe. En el saque de centro, Rubén Vargas dinamitó el fuera de juego culé y firmó el 1-1 en lo que parecía el anuncio de una batalla larga y pareja. Pero no lo fue.
El equipo de Pimienta tuvo sus momentos, se permitió soñar con la irreverencia de Isaac Romero y la plasticidad de Lukebakio, pero a la hora de la verdad, la pegada fue solo azulgrana. Szczesny, con un par de paradas de las que valen puntos, se encargó de cortar de raíz cualquier atisbo de rebelión. Y cuando Pedri decidió que era su noche, el Sevilla quedó a merced de su batuta. Cada pase era un bisturí, cada decisión una puñalada certera. Al poco de volver del descanso, el canario le sirvió en bandeja el 1-2 a Fermín López, que aprovechó su ingreso en el campo para dinamitar la defensa local.
El Sevilla quiso reaccionar, pero la navaja del Barça cortó cualquier conato de revuelta. Raphinha, que ve portería con el descaro de los que llevan la pólvora en la sangre, firmó el 1-3 con un latigazo seco, mientras los hispalenses aún reclamaban un penalti sobre Sow. Cuando Fermín se pasó de revoluciones y vio la roja, parecía que los locales podrían encontrar oxígeno. Fue un espejismo. Ni siquiera con un hombre más pudieron hacer tambalearse a un Barça con instinto asesino, que se permitió cerrar la goleada con el 1-4 de Eric García sobre la bocina.
Tras el naufragio con el que cerró 2024, el Barcelona ha vuelto. Ya no es un equipo titubeante, sino un grupo que ha aprendido a morder. Con LaLiga, la Copa y la Champions en el horizonte, se ha lanzado a la caza con la fiereza de quien sabe que aún queda mucho por conquistar.
JMG