"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
Publicado el 15 de Enero de 2025
Digno de las mejores noches, el espectáculo que ha ofrecido el Barça en el gélido y vetusto Montjuïc, que por una noche se vistió de gala para recibir el regreso de la Copa del Rey. Y qué regreso. Con un Lamine Yamal estelar, eléctrico como un relámpago en mitad de la tormenta, los azulgranas prolongaron la inercia gloriosa de su reciente paliza al Real Madrid en la Supercopa. Si en Arabia fue una manita al eterno rival, aquí fueron cinco más ante un Betis valiente pero condenado, al que no le quedó otra que formar el pasillo al nuevo campeón.
El marcador fue implacable: 5-1. Gavi, Koundé, Raphinha, Ferran y el propio Lamine Yamal se encargaron de convertir el partido en un festín de goles y buen fútbol. El Betis, por su parte, maquilló su humillación con un penalti transformado por Vitor Roque, provocado por una acción aislada de Rodríguez. Pero el honor del gol no fue más que un consuelo menor en una noche donde el Barça impuso su ley sin contemplaciones.
Otro Barça, uno renovado y hambriento, parece haber emergido tras las fiestas navideñas. El duelo liguero contra el Atlético dejó ya señales de un equipo coral y vertiginoso, aunque con errores puntuales. Ahora, los de Flick parecen haber encontrado el equilibrio perfecto, y lo que se vio en Montjuïc fue una apisonadora afinada.
Flick apostó por un once con rotaciones, pero sin perder la esencia. Frenkie de Jong ocupó el lugar de Casadó en el centro del campo, Araujo reemplazó a Iñigo por lesión y Peña se colocó bajo palos ante la ausencia forzada de Szczesny. Dani Olmo, en una maniobra táctica que dejó descolocados a los centrales béticos, se situó como falso ‘nueve’. Apenas habían pasado tres minutos cuando Gavi, habilitado por un pase quirúrgico de Olmo, definió con clase para abrir el marcador.
La presión alta del Barça era brutal, asfixiante, como un ejército en plena carga. Vieites, el portero del Betis, se convirtió en el hombre más solicitado del primer tiempo, sacando manos milagrosas ante remates de Olmo y Raphinha. Pero el Betis, pese a la embestida, tuvo sus momentos. Juanmi, cazando balones al espacio, estuvo cerca de inquietar a Peña, aunque el fuera de juego frustró cualquier intento verdiblanco.
El segundo tanto llegó con la firma de Koundé, quien con sus trenzas a lo Pippi Calzaslargas, dejó una estampa memorable. El pase previo, cómo no, fue de Lamine Yamal, que convirtió cada balón en una delicia técnica. Koundé, llegando desde atrás con la potencia de un tren de mercancías, fusiló al portero bético sin piedad. Y por si eso fuera poco, antes del descanso, un fuera de juego microscópico anuló otro golazo del central francés.
La segunda mitad no hizo más que confirmar lo inevitable. El Barça siguió a lo suyo: toque, presión y verticalidad. Raphinha, tras una jugada iniciada por Lamine Yamal, se encargó de firmar el tercero. Ferran, recién ingresado al campo, hizo el cuarto en su primer contacto con el balón. Y el broche final lo puso el niño prodigio, Lamine Yamal, que se cobró su revancha tras el gol anulado, rematando con sutileza un pase de Fermín.
El Betis, resignado, logró el gol del honor desde los once metros, pero el daño estaba hecho. Montjuïc, helado pero feliz, despidió a sus héroes con una ovación cerrada. A este paso, Flick y su Barça no solo se presentan como candidatos al título, sino como algo mucho más peligroso: una máquina perfectamente engrasada que promete hacer historia.
JMG