"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
Publicado el 7 de Diciembre de 2024
Sevilla amanecía expectante. En el aire, el perfume de las grandes citas. Allí, entre el clamor de un Benito Villamarín al completo, el Real Betis y el Barça se midieron en una tarde que prometía gloria y terminó en un empate que dejó a ambos con sabor amargo. Fue un choque de estilos, de historia y de urgencias. De esas contiendas donde los detalles se miden con bisturí y las emociones se desbordan como un río fuera de cauce.
El Barça, con Hansi Flick en el banquillo, volvió con el once de gala. Lewandowski, pichichi imperturbable, recuperaba su lugar como punta de lanza en un momento que dejaba claro que los catalanes no se guardaban nada pese al inminente duelo de Champions. Frente, el Betis de Pellegrini, herido y orgulloso, podía en el escaparate a cuatro hombres de pasado azulgrana, con Vitor Roque como ariete. Una de esas ironías que solo el fútbol sabe regalar.
El inicio fue todo verdiblanco. El ímpetu del Betis, empujado por su afición, rozó el gol en más de una ocasión. Un cabezazo de Llorente y un mano a mano de Abde con Iñaki Peña fueron los primeros avisos. Pero el Barça, como un viejo gladiador curtido en mil combates, aguantó. Cuando los andaluces bajaron el pistón, los culés comenzaron a tejer su juego con precisión quirúrgica. Entonces llegó la jugada mágica: 26 pases encadenados, un centro medido de Koundé y la zurda certera de Lewandowski. Gol. De esos que se graban en la retina de los aficionados.
El descanso llegó con ventaja culé, pero el Betis no había dicho su última palabra. Salió con más hambre aún en el segundo tiempo. Las ocasiones se sucedieron e Iñaki Peña, providencial, voló para desviar un misil de Chimy Ávila. En medio del fragor, Vitor Roque, convertido en un torbellino, forzó un penalti sobre De Jong. Lo Celso tomó la responsabilidad y, pese al vuelo de Peña, empató el encuentro. Flick, enojado por la decisión arbitral, terminó expulsado, dejando una estampa de frustración que no pasó desapercibida.
El Barça reaccionó. Un pase delicioso de Lamine Yamal permitió a Ferran Torres devolver la ventaja, gracias al VARel gol subió al marcador, cuendo en el campo se había anulado. Entonces, en el último suspiro, cuando todo apuntaba a que el empate sería el veredicto final, apareció Assane Diao. Como un relámpago, silenció a los culés con el 2-2 definitivo. El Villamarín rugió. Sevilla, otra vez, fue testigo de un duelo épico.
El Barça, que apenas ha sumado 5 de los últimos 15 puntos, se tambalea en su lucha por el liderato. El Betis, por su parte, demostró que en su casa nadie sale indemne. El fútbol, en su eterna y caprichosa esencia, volvió a recordarnos que no hay guion escrito.
JMG