"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
RAPHINHA ENSEÑA EL CAMINO
Publicado el 24 de Octubre de 2024
El FC Barcelona se ha reconciliado con la vieja Europa, y lo ha hecho al estilo de los grandes conquistadores. La noche en Montjuic fue una de esas que quedan tatuadas en la piel del aficionado, cuando el fútbol se convierte en una epopeya y el césped es el escenario donde héroes modernos hacen historia. Un Barcelona resplandeciente y sin complejos destrozó al Bayern de Múnich con un 4-1 que no solo derribó al gigante alemán, sino que volvió a encender las luces de esperanza en la Ciudad Condal. Raphinha, un mago con el balón y ahora el emperador de Montjuic, firmó un hat trick que bien podría haber rubricado el propio Ronaldinho en sus mejores tiempos. Y en medio del éxtasis, un nombre resonaba por encima del resto: Hansi Flick, el artífice de esta resurrección azulgrana.
El partido comenzó como esos combates en los que uno de los púgiles suelta el primer golpe sin aviso, dejando aturdido al rival antes de que suene la campana. Cincuenta y cuatro segundos habían pasado cuando Raphinha, con el brazalete de capitán en su brazo, perforó la red del Bayern. Fue un gol que hizo vibrar Montjuic, el más rápido de los culés en la Champions desde tiempos inmemoriales. Y ahí, en ese primer minuto, ya se vio que el Barça había salido a tumbar al coloso bávaro, ese ogro que tantas veces le había arrancado la gloria europea.
Pero si algo caracteriza al Bayern es su capacidad para rehacerse de los golpes. La bestia alemana no tardó en responder, y durante varios minutos el Barcelona pareció una presa asustada, incapaz de mantener el balón ante el dominio germano. Harry Kane, ese francotirador letal, encontró la red para igualar el marcador con una frialdad que heló la sangre de los más de 50 mil espectadores que abarrotaban el estadio. El empate (1-1) dejó al Barça tambaleándose, como un boxeador contra las cuerdas, buscando aire, pero resistiendo.
Y fue ahí, en ese momento de dudas, donde emergió la figura de Robert Lewandowski, el polaco que lleva el fútbol en la sangre y que parece haberse reencontrado con su mejor versión. Fermín, astuto y rápido, se deshizo de MinJae y le sirvió en bandeja el 2-1. Lewandowski no falló, porque los grandes no lo hacen cuando más se les necesita. Su gol, el decimoquinto de la temporada, fue un golpe maestro que devolvió al Barça el control del partido y despertó los cantos de guerra en las gradas.
La primera parte terminó con un estallido de júbilo, pero aún quedaba lo mejor. Raphinha, poseído por el espíritu de los dioses del fútbol, volvió a demostrar que es un jugador tocado por la varita mágica. Su segundo gol, tras una jugada que bien podría estar escrita en los anales de la Champions, dejó a Neuer, el titán alemán, petrificado. El extremo brasileño había sacado el estoque y los culés, desde las gradas, gritaban su nombre como si de un caudillo en plena batalla se tratara.
Pero faltaba el golpe final, ese que no solo derrota al enemigo, sino que lo humilla. Raphinha, en un alarde de calidad y sangre fría, completó su hat trick para firmar el 4-1 definitivo. Un gol que sellaba la victoria, sí, pero que también iniciaba la fiesta en Montjuic. Los olés comenzaron a retumbar en cada pase, y en las gradas se coreaba el nombre de Flick, el general que ha devuelto la esperanza a la tropa azulgrana.
El Bayern, atónito y vencido, observaba cómo el Barcelona celebraba su mejor noche en la Champions en mucho tiempo. Y mientras los jugadores se abrazaban, Gavi, en el banquillo, sonreía satisfecho. Habían derrotado a su ogro. Habían vencido a su mayor fantasma. Ahora, con la moral por las nubes, se dirigen hacia el Clásico contra el Real Madrid con la mirada del cazador que sabe que la próxima presa está cerca.
Flick y los suyos han reconquistado Europa. El siguiente destino es el Bernabéu. Que se preparen.
JMG