"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
Publicado el 12 de Abril de 2025
El Barça supo sufrir. Y cuando un equipo aprende a ganar también así, con barro en las botas y sudor en las pestañas, es que va en serio. En Butarque no hubo fantasía, ni tiki-taka, ni goleada. Hubo oficio. Hubo resistencia. Y hubo un gol en propia de Jorge Sáenz que vale tres puntos de oro. Uno de esos triunfos que no brillan en los resúmenes… pero que construyen campeonatos.
Lo advirtió Flick: este era un partido-puñal. Entre semana, la Champions. Enfrente, un Leganés que se juega la vida y ya había hurgado en la herida blaugrana en la primera vuelta. Campo pequeño, afición apretando, y un equipo dispuesto a embarrarlo todo. Era el típico encuentro donde puedes perder la Liga sin darte cuenta.
Y durante buena parte de la primera mitad, el Leganés jugó a lo que quería. Cortó el ritmo, tensó la cuerda, y hasta rozó el gol. Szczesny sostuvo al equipo con una parada providencial ante Altimira. El Barça, lento, errático, desdibujado, no encontraba grietas. Ni Lamine ni Lewandowski aparecían, y solo Koundé generó algo de peligro con un centro envenenado.
La lesión de Balde fue el primer golpe serio. Flick reaccionó con cabeza: en el descanso, fuera Araujo, dentro De Jong. Había que mover la pelota más rápido y encontrar líneas de pase donde solo había muros. Y funcionó. El Barça salió con otra cara. Más vertical, más decidido, más reconocible.
La jugada del gol fue como una película de acción comprimida en diez segundos. Gerard Martín roba. Raphinha enciende los motores. Pase raso buscando a Lewy. Sáenz, en el intento de despeje, fusila su propia portería. El Barça no lo celebró con estruendo. Lo hizo con alivio.
Fermín López firmó la jugada del partido. Bailó en el área como si fuera una plaza andaluza, tiró de cintura, magia y descaro, y se plantó ante Dmitrovic. Pero el disparo, esa última pincelada, se le fue al limbo. Un gol que habría hecho justicia a su genio, pero que no llegó.
El tramo final fue un asedio del Leganés. Gol anulado por fuera de juego, centros, balones largos, y el Barça cerrando filas. Supieron resistir. Supieron cerrar el partido sin temblar. Supieron ganar sin gustar. Y eso también es madurez.
El Barça salió de Butarque con un triunfo feo, trabajado, valiente. Como los que hacen los campeones. Ya van siete puntos de ventaja con el Madrid, que juega este domingo en Vitoria. El título está lejos aún, pero noches como esta valen oro. Porque no se ganó solo un partido. Se ganó experiencia, unión y carácter.
El monstruo fue el Leganés. Pero el Barça, esta vez, lo supo domar.
JMG