"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
Publicado el 8 de Enero de 2025
Hay noches en las que el fútbol es menos azar y más decisión. El Barcelona llegó al césped con hambre de títulos y con el corazón encallecido tras año y medio de sequía. Al otro lado, un Athletic que se tambaleó más de lo esperado, lastrado por las bajas y con un Valverde que, por precaución o fatalismo, se vió obligado a ceder piezas clave antes de comenzar la batalla. Y, como en toda guerra donde se carece de artillería pesada, el desenlace se escribió pronto.
En una atmósfera cargada de expectación, el primer golpe llegó pronto, como si el destino hubiese sido redactado con anterioridad. Apenas habían transcurrido quince minutos cuando Alejandro Balde irrumpió por la banda izquierda, cruzó un centro quirúrgico y Gavi, el eterno guerrero precoz, lo culminó con frialdad. El marcador, 0-1, comenzó a inclinar el campo y, desde entonces, el duelo no volvió a ser el mismo.
El Athletic, a pesar de todo, tuvo un momento de rebeldía en el tramo final de la primera mitad. Unai Simón sostuvo a los leones bajo palos, deteniendo un mano a mano a Raphinha y neutralizando un intento de gol tras un fallo de Paredes que había dejado al brasileño solo ante el portero. El último suspiro de esperanza bilbaíno lo tuvo Iñaki Williams, que acarició el empate con un remate que Szczesny, titular sorpresa en detrimento de Iñaki Peña, rechazó con reflejos felinos.
Un segundo tiempo con sentencia temprana
La segunda mitad se abrió con un eco del inicio: un Barcelona que salió a devorar y un Athletic que no acababa de encontrar su sitio. El 0-2 llegó tras una cadena de errores en la salida de balón de los rojiblancos. Gavi, omnipresente, recuperó y sirvió un balón perfecto a Lamine Yamal. El chaval de 16 años, con la serenidad de un veterano, no perdonó ante Unai Simón.
A partir de ese instante, el partido se convirtió en una cuestión de supervivencia para el Athletic. Los de Valverde intentaron reaccionar, buscando oxígeno con la entrada de Nico Williams, pero la ausencia de Galarreta y Sancet pesó demasiado. Sin ellos, el mediocampo bilbaíno se desdibujó y el Athletic se limitó a intentos aislados que chocaron una y otra vez contra la muralla azulgrana.
Los intentos finales y los goles anulados
En los últimos minutos, el Athletic volvió a rugir, aunque fuera un rugido ahogado. Iñaki Williams tuvo una nueva oportunidad tras un centro de Yuri, pero su remate se perdió por líneas de fondo. Luego llegaron los dos goles anulados que terminaron de enterrar las esperanzas rojiblancas. Primero De Marcos y luego de nuevo Iñaki Williams vieron cómo sus tantos eran invalidados por fuera de juego. Dos momentos que resumieron la frustración de un Athletic que lo intentó sin fortuna.
Con el paso de los minutos, el Barcelona se dedicó a congelar el encuentro, a enfriar los ánimos y a reservar energía para la final del domingo. Los hombres de Flick supieron gestionar los tiempos y aseguraron el pase con una autoridad que había sido esquiva en los últimos tiempos.
El Barcelona jugará el domingo la final de la Supercopa, con la posibilidad de levantar un trofeo que se le ha resistido desde la Liga conquistada en 2023 bajo el mando de Xavi. Un triunfo que no solo supondría un alivio tras meses de convulsión institucional y deportiva, sino también un punto de inflexión para un equipo que empieza a entender que el camino hacia la gloria se construye partido a partido, con sudor, y, a veces, con un toque de epica literaria.
Por su parte, el Athletic regresa a Bilbao con el orgullo herido y la certeza de que el fútbol, como la vida, no siempre premia al más constante. Había llegado con una racha de 15 partidos sin perder, pero en una noche de enero en Arabia, el destino decidió que la fortuna favorecía a los valientes vestidos de azul y grana.
JMG