"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
Publicado el 6 de Abril de 2025
La batalla por LaLiga volvió a presentar una oportunidad de oro… y el Barça la dejó escapar. Lo que empezó con una sonrisa por el gol de Hugo Duro en el Bernabéu acabó en gesto torcido en Montjuïc. El empate ante el Betis (1-1) deja a los de Hansi Flick con la miel en los labios y la sensación de que, esta vez, la Liga quiso… pero no pudo ser.
El contexto era claro: el Madrid se dejaba tres puntos en casa y el liderato estaba al alcance. Pero en frente, un Real Betis serio y en racha, que llegaba con seis victorias consecutivas y la firme intención de dar un golpe de autoridad. Y lo dio, o al menos, supo resistir cuando tocaba.
El Barça salió como debía: dominante, ambicioso, con un Lamine Yamal encendido y un Gavi que sigue siendo el corazón de este equipo. Precisamente fue el andaluz el que abrió el marcador tras una combinación precisa con Ferran y Lamine, definiendo con clase ante Adrián. El gol llegaba muy pronto, como una promesa de que la noche sería dulce.
Pero en esta Liga, nada es tan sencillo. El Betis, lejos de achicarse, respondió con una jugada a balón parado, su especialidad esta temporada. Natan se impuso en el área y batió a Szczesny mientras Araujo, más pendiente del cuerpo a cuerpo que del balón, se quedaba en tierra de nadie. Uno a uno y vuelta a empezar.
El resto del primer tiempo fue un ejercicio de control culé sin premio. De Jong marcó el tempo con maestría, Cubarsí volvió a dar una lección de serenidad impropia de su edad, y Pedri dejó destellos de su magia. Pero arriba, el Barça fue inocuo. Lewandowski, bien tapado por Bartra y Natan, apenas entró en juego. Balde se volcaba en ataque, pero Antony lo castigaba cada vez que robaba un balón.
Lamine lo intentaba una y otra vez, con la fe del que sabe que puede cambiar el destino con una arrancada. Pero sus centros, desbordes y recortes no encontraban rematador. El Betis resistía con orden, sin precipitarse, sabiendo que cada minuto que pasaba era un triunfo en sí mismo.
En la reanudación, el Barça se volcó. El Betis desapareció del mapa ofensivamente, y el partido se jugó en 30 metros. Koundé tuvo la más clara tras un pase quirúrgico de Pedri, pero Adrián volvió a erigirse como salvador bético.
Flick movió el banquillo: entró Raphinha, el de los goles imposibles, el que tantas veces cambió partidos desde el banquillo. Pero esta vez, ni el brasileño pudo romper el muro. El Barça apretó, empujó, buscó, pero no encontró.
Y cuando el Camp Nou (Montjuïc, sí, pero el alma sigue siendo blaugrana) esperaba el arreón final, el Betis se estiró. Bakambu generó más incertidumbre en cinco minutos que en todo el partido, y por momentos, pareció que el castigo podía ser mayor.
Al final, reparto de puntos, pero con sabor amargo para los locales. El Madrid falló, pero el Barça no acertó. La Liga sigue abierta, sí, pero noches como esta duelen. No tanto por lo perdido, sino por lo que se pudo ganar.
JMG