"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
Publicado el 21 de Enero de 2025
Hay noches que quedan marcadas en la historia de un club, y la de hoy en el Estadio Da Luz es una de ellas. El Barcelona, ese equipo acostumbrado a los giros de guion y a las gestas imposibles, se levantó del infierno y volvió a la vida con un 4-5 de locura ante el Benfica. Un gol agónico de Raphinha en el último suspiro certificó una remontada que pasó de la desesperación a la gloria en apenas un cuarto de hora. Con esta victoria, los de Hansi Flick tienen pie y medio en los octavos de final de la Champions League.
La noche comenzó torcida. Apenas había sonado el pitido inicial cuando los culés ya estaban abajo en el marcador. Un centro templado del español Álvaro Carreras encontró la bota certera de Pavlidis, que no perdonó ante un Szczesny que aún no había tenido tiempo de calentar las manos. Un jarro de agua fría para un Barça que, de repente, se vio en una película que ya había vivido: el gol tempranero, la desorientación, el nerviosismo.
A pesar del golpe inicial, los azulgrana no se arrugaron. Flick pidió calma y orden, y la respuesta llegó en forma de penalti. Lewandowski, con la frialdad de un veterano, ajustó su disparo para igualar la contienda. Pero cuando el Barça empezaba a asentarse, la noche se volvió pesadilla. Primero, Szczesny, errático, regaló el 2-1 en una indecisión con Balde que Pavlidis no desaprovechó. Y acto seguido, un penalti dudoso sobre Akturkoglu puso el 3-1 en el marcador. Pavlidis firmaba su hat-trick y el Barça, también su naufragio.
El vestuario, al descanso, era un hervidero de reproches y frustración contenida. Flick, con la mente fría, movió fichas y dio entrada a De Jong y Fermín para buscar equilibrio y verticalidad. Y aunque el Barça encontró el 3-2 casi por accidente, con un rebote afortunado de Raphinha tras un error garrafal de Trubin, la alegría duró lo que tarda en parpadear. Un centro envenenado desde la izquierda acabó con el infortunio de Araújo, que al intentar despejar, introdujo el balón en su propia porteria: 4-2. Otra vez cuesta arriba.
Pero si algo caracteriza a este Barcelona es su inquebrantable resistencia. Lewandowski, con su segundo penalti de la noche, volvió a acercar a los culés. Y fue entonces cuando el caos se convirtió en virtud. Eric Garcia, oportuno y valiente, remató de cabeza un centro quirúrgico de Pedri para poner el 4-4. Lisboa se estremeció. Y en el último suspiro, cuando los fantasmas de la eliminación parecían inevitables, llegó Raphinha. El brasileño, desatado, recogiendo un pase medido de Ferran Torres, recortó con frialdad y batió a Trubin para desatar la locura.
El Barcelona celebró como si de una final se tratara. Flick, impasible, sabía que esta victoria es algo más que tres puntos. Es el renacer de un equipo que se niega a caer. Con un partido por disputar ante el Atalanta, el Barça ha demostrado que, en modo Champions, sigue siendo capaz de hacer soñar a lo grande.
Hoy, Lisboa fue testigo de una gesta de las que se contarán por generaciones. Y aunque aún queda camino por recorrer, la historia ya tiene una nueva página escrita a fuego: la de una remontada de locos que llevó al Barça directo a octavos.
JMG