"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
Publicado el 31 de Agosto de 2025
Un punto con sabor a derrota, pero también a milagro. El Barça salió de Vallecas con un 1-1 trabajado a golpes de sudor y paradones de Joan García, el guardián de Sallent que firmó un partido monumental. Si el equipo de Flick sigue con vida en la Liga es por él y, en ataque, por un destello de Lamine Yamal, ese chaval que ya juega con corona propia. Pero más allá del marcador, la noche en Vallecas fue un viaje en el tiempo: bronca en la grada, césped de batalla y un VAR roto en pleno siglo XXI.
Ya de inicio el ambiente era puro barrio, puro 90. Medio estadio cantando contra su presidente, huelga de animación en el fondo y un runrún político en la comida de directivas. Y para añadirle surrealismo, el VAR desconectado hasta el minuto 15. El monitor no funcionaba y todo se revisaba desde Las Rozas. Vallecas siendo Vallecas.
En lo deportivo, Flick agitó la defensa con Christensen-Eric en el eje y Koundé en la derecha. Y el partido arrancó como siempre en este estadio: loco, frenético, imprevisible. A Lamine ya le sacó un disparo durísimo el meta Stole Dimitrievski Batalla, y a Raphinha se le fue la gloria tras un error en salida. Y cuando el Rayo olió sangre, Joan García se agigantó con una parada imposible a Ratiu en el 12’. El guion prometía pólvora.
El Barça encontró aire en el 25’, cuando Lamine, eléctrico, se coló en el área con un eslalon de videojuego. Pep Chavarría le cazó y el árbitro no dudó. Polémico, sí, pero penalti al fin y al cabo. El propio Yamal transformó y se coronó con su gesto habitual, un rey en un barrio que no perdona debilidades. El descanso llegó con bronca, tensión y alguna ocasión perdida de Isi y Dani Olmo.
El segundo tiempo fue otro partido. Más bronco, más trabado, con interrupciones constantes y un Rayo que crecía empujado por su gente. Flick movió banquillo con Rashford y Fermín, pero el Barça nunca dominó del todo. Y en un córner mal defendido, Fran Pérez apareció en el segundo palo para empatar. Gol de manual, despiste culé y Vallecas rugiendo.
El tramo final fue un asedio. El Barça estaba grogui, sin brújula, y solo sobrevivió gracias a Sant Joan. En el 73’, un mano a mano brutal ante De Frutos; en el 89’, otra parada imposible a Ratiu, al que ya había desesperado en la primera parte. García se multiplicó hasta lo inhumano, en una de esas noches que se recuerdan en Vallecas aunque la camiseta sea visitante.
El 1-1 deja al Madrid líder en solitario y al Barça con la sensación de que dejó escapar algo más. Porque Vallecas volvió a ser Vallecas: incómodo, hostil, impredecible. El campeón estuvo espeso, sin ideas, y solo el portero y el chaval de la corona evitaron la derrota. Un puntito, y gracias.
JMG