"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
Publicado el 24 de Agosto de 2025
El FC Barcelona tuvo que caminar por el filo en el Ciutat de València. Lo hizo sin perder el pulso ni el alma, y salió vivo, triunfante, con un 2-3 que sabe más a prueba superada que a simple victoria de jornada. El Levante, valiente y vertical, le obligó a remontar dos veces y a sostener la mirada cuando el partido se le venía abajo. El campeón respondió como tal, con Pedri, Ferran y un último regalo inesperado: un cabezazo en propia puerta de Elgezabal que selló el triunfo en tiempo añadido.
El choque empezó áspero. El Barça quería la pelota, pero el Levante quería la sangre del contragolpe. Morales avisó en el 9’, aunque su tanto quedó anulado por fuera de juego. Fue la antesala del verdadero golpe: Manu Sánchez le robó la cartera a Lamine Yamal en la banda, voló al espacio y abrió al otro lado. Toljan sirvió raso, Romero encaró a Pau Cubarsí, le quebró la cintura y fusiló a Joan García. El Ciutat se encendió. 1-0 y sensación de que los blaugranas tendrían que remar mucho.
El Barça reaccionó tarde y mal. Pedri filtró un pase perfecto a Ferran, pero su disparo se estrelló en el larguero. Lamine lo probó de lejos y Campos respondió firme. Y justo cuando la primera parte agonizaba, otro mazazo: un disparo de Morales golpeó en la muñeca de Raphinha, el VAR llamó al árbitro y Hernández Hernández pitó penalti. Morales no perdonó. 2-0 al descanso, y caras largas en la banda visitante.
Flick no esperó. Movió el banquillo con decisión: Dani Olmo por Rashford, Gavi por Casadó. En siete minutos, el Barça había vuelto al partido. Primero, un córner despejado mal que Pedri transformó en un misil que rozó en un defensa y se clavó junto a la escuadra. Después, otro saque de esquina, Raphinha al corazón del área, y Ferran Torres voleando a la red tras un bloqueo digno de pizarra de baloncesto. En un suspiro, el 2-2.
Quedaba media hora larga y el campeón olió la sangre. Lamine Yamal fue un tormento constante, Campos salvó a su equipo con paradas de reflejos felinos, y el Levante se defendió como pudo. Elgezabal ya había rozado el autogol despejando un centro de Raphinha, como si el destino quisiera dejar aviso. Y en el descuento, la profecía se cumplió: centro tenso de Lamine desde la derecha, cabezazo del central granota para despejar… y la pelota que besa la red. 2-3.
Sin tiempo para más, el Barça respiró hondo. Ganó porque supo sufrir, porque no se rindió con dos goles en contra y porque, cuando el Ciutat rugía como un avispero, mantuvo la calma de los grandes. Este equipo todavía está en construcción, pero ya muestra el carácter que define a los campeones: no se quiebra, no se encoge, no se rinde. Y en el Ciutat de València, eso valió tres puntos y una declaración de intenciones.
JMG