"Explorando el mundo a través de la pluma y la poesía"
REMONTADA PARA GANAR
Publicado el 20 de Octubre de 2024
Australia es territorio salvaje, un asfalto en medio del océano donde solo los más fuertes sobreviven. Y Marc Márquez, una vez más, ha demostrado ser el depredador supremo. Con una Ducati del año pasado, su victoria en Phillip Island no fue solo una remontada épica, sino una muestra de que, aunque han pasado años de lesiones, operaciones y dudas, el emperador sigue sentado en su trono.
Al apagar el semáforo, Márquez ya parecía estar en las cuerdas: un problema con el ‘tear off’ le jugó una mala pasada en la salida, dejando la rueda trasera patinando en una danza peligrosa que lo relegó al 14º puesto. La mayoría habrían tirado la toalla, pero no él. Como un guerrero curtido en mil batallas, Márquez empezó a remontar desde el fondo del pelotón. En una vuelta ya era sexto, en la décima perseguía al bicampeón Bagnaia, y a falta de cuatro vueltas, clavó su bandera en la cima. Phillip Island le pertenecía.
El propio Márquez, siempre con esa sonrisa socarrona que le caracteriza, admitió que le gusta el drama: "Me encanta complicarme la vida", bromeó al recordar cómo el moscarrón en su visera le había obligado a quitarse el protector justo antes de la salida, un error que casi le cuesta la carrera. Pero si hay algo que Márquez ha demostrado, es que no hay obstáculo lo suficientemente grande para frenarlo.
"El toque de genio en la curva 4"
Con Jorge Martín liderando como si no hubiera un mañana, el piloto de Cervera esperó su momento como un lobo acechando a su presa. Fue en la curva 4, ese rincón temido por todos, donde Márquez soltó el hachazo definitivo. La maniobra fue tan precisa que dejó al público sin aliento y a Martín sin opciones. "Sabía que Marc sería mi rival", reconoció el madrileño, consciente de que, cuando el de Cervera está inspirado, no hay mucho que hacer.
Con esta victoria, Márquez no solo se coloca como uno de los principales protagonistas de la temporada, sino que complica aún más la batalla por el título. Aunque Martín y Bagnaia siguen peleando por la corona, Márquez ha vuelto a la lucha no solo para ganar carreras, sino para demostrar que sigue siendo el juez supremo de MotoGP. Aún quedan batallas en Tailandia, Malasia y Valencia, y aunque él mismo admite que tal vez no tenga la moto más rápida, su determinación lo convierte en el rival a temer.
En Phillip Island, Márquez no solo venció; reclamó lo que siempre ha sido suyo: el respeto y la admiración de un deporte que, por más que lo intente, no puede evitar girar alrededor de su figura. Como si de un relato épico de caballería se tratara, Marc volvió a ser el caballero que, contra viento y marea, se alza sobre el caos para imponer su ley.
JMG