MARQUEZ ESCRIBE HISTORIA EN MUGELLO
Publicado el 22 de Junio de 2025
En el corazón de la Toscana, donde el arte se convirtió una vez en eternidad, Marc Márquez volvió a pintar otra obra maestra. En Mugello, templo sagrado del motociclismo italiano, el de Cervera firmó su victoria número 93 como si fuera un tributo a la historia, a su historia. El 93 ganó la 93. Y lo hizo allí, donde empezó todo hace 15 años, con aquella primera victoria en 125cc. Hoy, el niño se ha convertido definitivamente en leyenda.
Entre los 84.625 tifossi que abarrotaron las gradas, entre los rugidos, los abucheos y los destellos rojos de pasión italiana. Pudimos ser testigos de una exhibición que ya empieza a decidir el Mundial. Porque no hemos llegado aún al ecuador del campeonato, y sin embargo, Marc Márquez ya tiene el título agarrado por la muñeca. Fuerte. Como sus aceleraciones. Como su carácter.
Ducati vistió sus motos para homenajear al Renacimiento. Pero fue Marc quien resucitó el espíritu inmortal. Logró su pole número 100, su victoria 93, y el pleno de puntos (37) en un fin de semana que parece esculpido en mármol. Fue una reivindicación: del piloto, de la persona, del campeón que ha vuelto para no dejar piedra sobre piedra.
Y lo hizo en casa del 'Doctor'. Ante Rossi. Ante Italia. Ante el piloto local, ‘Pecco’ Bagnaia, que soñaba con ganar donde siempre ganó su ídolo. Pero esta vez, el único mito fue Márquez.
Las primeras siete vueltas fueron el Renacimiento a 360 km/h. Marc, Àlex y Pecco se pasaron hasta 12 veces. Carenado contra carenado. Freno contra valentía. Inteligencia contra ímpetu. Fue una danza peligrosa entre titanes, un espectáculo que dejó sin aliento incluso a Keanu Reeves, presente en Mugello como invitado especial y amante del motociclismo. Y cuando todo parecía equilibrio inestable, Marc sacó lo que guardaba en la muñeca. La décima invisible. La que solo él posee.
Con ese segundo de ventaja que impone y desmoraliza, se fue. Como un emperador que se aleja entre vítores y pitos, dueño de su destino. Àlex Márquez, una vez más, supo resistir y asegurar otro doblete familiar. Bagnaia, sin respuesta, sin podio, sin esperanza, fue testigo de su propio naufragio.
Marc no necesitó la bandera del 93 para celebrar. Cambió su estandarte por el rojo de Ducati. “Ya tengo 32 años. Estoy de vuelta de todo. Hoy no hacía falta provocar. El rojo se lleva dentro, y yo hablo en la pista”, dijo tras cruzar la meta. Y habló claro: con una Ducati que vuela solo cuando él la monta, con un liderato cimentado ya con 40 puntos sobre Àlex y 110 sobre Pecco. No hay Mundial. Hay sentencia.
Marc ha ganado 13 de las 18 carreras disputadas hasta la fecha. Ocho de las nueve al sprint. Cinco grandes premios. Y esta última victoria, la más simbólica de todas. En el circuito donde todo empezó. Con la historia mirándole a los ojos.
Los pitos no cesaron, pero ya no tienen sentido. El dominio de Márquez es total. El mismo Davide Tardozzi lo gritó al paddock: “¡Este chico es rojo, cállense ya!”. No hacía falta. La pista ya lo había gritado por ellos.
La imagen final es inolvidable: los dos hermanos Márquez abrazados en la entrada al podio, mientras los equipos cuelgan del muro para recibirlos. Dos niños que jugaban en Cervera hoy son el presente y futuro del motociclismo mundial.
“No iba de rojo, pero no pasa nada, el rojo lo llevo dentro. Ganar aquí era vital. Hoy Mugello ha sido una fiesta. Y Ducati, nuestra familia”, concluyó Marc.
El 93 ha ganado la 93. En Mugello. En casa del rival. Lo que vimos este domingo no fue solo una carrera. Fue una proclamación. Marc Márquez ha vuelto. O mejor dicho: ya nunca se fue.
JMGH